Norma Sayago
En la alacena, en la rejilla…
Arriba, donde guardo los frascos,
los envases, los jarritos,
el florero, la polenta,
el mate con la yerba y sus olores,
el perejil, los laureles
sin el himno,
allí,
en medio de todo ese muestrario,
se alojan inquilinas no rentadas.
Son breves suspiros entre migas
Inmunes a mis rábicas pisadas,
Me endrupelan, me persiguen,
gloriosas escapan de mis zarpas
muy orondas .
No me asombra. Viven entre el Raid
y los agentes residuales,
intactas como nada y sin jadeos,
las siento en mis orejas,
las odio y sin embargo
persisten en quedarse entre mis cosas.
Mis ojos las apartan,
así creo que no existen entre el polvo
y mi espanto.
Del libro: Palabras desbordadas
Ha llegado el día
Lo sé porque veo a los ángeles
limpiar la atmósfera
con algodones blancos.
Es hora de levantarse.
Empezaré a deshojar mi cuestionario
minuto a minuto.
Tengo ganas de preguntarle al político
por qué tapa las verdades de su boca.
Por qué hay tanto pan a hurtadillas,
es que los pobres con sus caries
no gozan de los frutos de estación?
Por qué los niños anudan la tristeza
en las migas de sus cuadernos?
Por qué en octubre la tragedia sigue
en las rutas, en las tapas de los diarios?
Por qué no puedo acercarme
a los que amo con mi varita de olivo?
Ha llegado el día.
Hay algo que se desliza
entre las horas.
Espectros de respuestas enajenadas
palabras rebuscadas
de un poema de amor de Esther López
Ha llegado el día.
Recorro en mis pinceles
una porción de cielo,
con olor a canela y a problemas.
Sé que la solución viene de arriba,
son pequeños milagros que apetezco
y así desvarío en todos los instantes
esperando saltar y brincar, andar por los aires
con mis amigos de Facebook,
a veces, vale la pena,
soltarse y esperar.
Ha llegado el día.
El bagre está contento,
es hora del dulce y la tostada,
tenaz la achira se yergue anaranjada
el señor limonero, las rosas, los canteros
Junto a los insectos se posan en mis alas
en camino hacia el verano.
Ha llegado el día.
Estoy segura de estar muerta,
algún día.
Mientras escribo las letras bailan en el teclado
los dedos piensan en los gatos que no duermen
Yo, al sur de los esteros
esperando que los ángeles
terminen de pulir la madrugada.