Angel Padilla
Desde Sofía se puede ver el Sol
pero siempre desde detrás de algo,
de un cristal roñoso,
silente, tímido, tras nubes cargadas de azufre,
desde tus ojos llenos de lágrima,
su luz tras la concertina de nuestra desesperanza.
El Pintor
Te colocas,
te tomas tu tiempo,
caballete, paleta,
silla,
colores.
Pintas agradablemente un río en el lienzo.
O lo que sea.
Viene él corriendo
con su brocha y su cubo de pintura blanca.
Te borra con el blanco todo lo hecho
y se marcha.
TE QUIERO
A pesar de la muerte
a pesar de los muros
a pesar de la vida
que nos ha traicionado
Que no existen distancias,
ya lo ves, yo te beso
Más distancia es la muerte
y pronto moriremos
El segador humano
no entrará en ti y en mí
El Corazón del mundo
hoy late en nuestro beso
A pesar de este miedo
A pesar de ese fuego
En que tú y yo arderemos
Más Fuerte es este instante
en que te miro fiero
y te digo: en lo eterno...
yo te quiero, Te Quiero.
LA CABALGADA DE LAS IRAS
Como una montaña rusa
de cabezas unidas por
tierras desapelmazadas
que han cogido aire
arriba de galopes de sueños y sal de mar
hunden
sus cascos zapatillas ol
vidadas en el arcén de las vías
y ascienden y siguen
dejando un rastro de sangre coagulada detenida en el viento
dan miedo a veces al
notarse sus pies de pezuña y flor
pasar por encima de tu teja
fuera el sol
sólo un día o dos al año
lo hacen
dicen los más sabios que
de las alcantarillas surge el primer caballo
de su larga rabia
mayor que la de la rosa, hoy,
sin poder ser detenidos
La corneja atada al limonero,
éste al trueno y el trueno
a los hijos
Nadie nunca lo vio
Pero todos sonríen misteriosamente al oírla ser nombrada
Recoge caracoles y soledad en su marcha de olivos y lumbre, madrugadas enteras,
suicidios no nombrados y carteras vacías
trenes volcados copas colmadas de mugre y cielo
Gira sobre sí misma la horda es una visión mórbida
de saltamontes escritorios arcilla pelo calabazas
Los que la han visto
y lo han contado luego han muerto, bueno viven
pero no son hombres
Está compuesta de helecho cuerno de elefante viento sal
nombres de caballo
noches muchas noches
días muchos días
extraños mirándose
y que miran
goma de borrar
más que años luz
vino chicha morada silentes Machu Pichus
su lomo es de carretera
su lomo es de corteza de fresno y plasma, cerillas y heno verde,
de corazón bombeando bosque desollado
corre
Su clamor al reunirse por el cielo con teléfonos colgando
y rutas deshilachadas por el no pasar
suena a bramido trémolo a kilómetros bajo suelo
hacen ah inédito a su llegada con los párpados en la roca
los muertos ahorcados por la raíz y el padrenuestro,
miran desde las margaritas pasar en flama y miedo hacia el norte
veloz patas girando brazos, sol golpetean
suelas sueltas cuerdas negras larguísimas cabellos rojos al viento agendas
odian
los monumentos la razón tu boca odian
el río donde busca oro Tom
siempre intentan romper su carro pero Sam
los ve llegar ya desde el horizonte
como una manta agitándose gigante
roja como un océano ascendido que lo llena todo de sombra a lo lejos
los campos sombrea
la torre iglesia
los santos
la fuente la niña
desde arriba
hacen negros los zapatos blancos nácar de la más santa
rumor de abejas y mercados Correres de gigantes
ya las sabe llegar también la abuela ciega que teje callada
y sonríe
se había quedado dormida casi tejido el jersey rosal que hiede a santidad
para sus nietos que ya murieron hace noventa y cuatro fiestas
corre y esconde su carro Will
y a su mula
cuando ya descargó por los terrazones sus ruedas de voladores
la conjunción de insectos uñas sin cortar chispas en los caballones de diez campos como de galaxia
ya
Ella
y los miles de ojos que como en un tren miran el carro
Buscan a Tom
preguntan por el mostrador adecuado con una gardenia en la oreja
suena música en un gramófono de Dinah Washington
buscan a los que vieron torvos en la primera foto en blanco y negro familiar, pero sólo para que se unan (chá, perdidos ésos en la harina)
la taza de café de Tom
su ropa
oler la ropa de tom calma el frío de la sangre seca en las encías moradas
su perfume de marinero que como la hostia santa de la Ola
los soles que vio Will
pero el viejo mercader de la uva modernísima nunca está
Por Inglaterra ya pasan de noche
compran tabaco en un estanco
las madres lloran a sus hijos
los niños lloran a sus madres, el girasol espera para unirse
todos todas los que desde la sábana fosforescente y el dolor
sellados sus sexos con aguas del grifo
del niño que se lava los dientes obligado por mamá en la gran metrópoli.
Vo
lar
Seña
lan.
Apretados cuerpos
unos contra otros
Apretados troncos
unos junto a otros
Pies colgando que coletean de parecen nubes
mil personas que tuvieron d.n.i.
y poseen sombrero y algunos eran negros y con lengua
un perro llamado Willi y un día en que llovió como los campos azules crespos
Nos señalan
Aprietan los puñitos tan fuerte que sangran los ollares de nieve de los corceles blancos
que sólo saben de palacio y morirán en palacio
tan gran palacio que las calesas pueden recorrerlo como oriente vivo
saludando al orador esbirros desde los capiteles de la rama
pájaro vendido
Nacar con propietario y aún en el fondo del mar
harina negra
piel con piel, y lamento
Ven
Tú que sabes qué es el miedo, verás si amas,
en este parque, ver a tu amor entre esta hojarasca amarilla te parará el corazón
Toro de pie en la asunción de la acacia
la suciedad de nuestras ropas levita
parece que amanece o que atardece se ha de volver
es cuando abren las florecillas al lado del río
y se despierta el carcelero y se afeita la cara con nuestra dentadura
todos rodeando brunos su casa amanecida
formando un conjunto de cabezas odiantes del tamaño
de cien campos de fútbol
silvando se aproxima hacia la puerta de salida de su casa
y el centurión doloso y frígido mayor que el cielo se dispersa
es como si explotara en sombras pequeñísimas
telitas negras del tamaño menor de una pulga
es tristísimo
La bota sale
camino a Sofía.