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Cesar Grinstein

"Y lo demás no importa"

Después de muchas cavilaciones propias, ajenas insistencias e incompletos arrepentimientos, he finalizado de escribir mi segundo libro. Llevará por nombre el mismo que tuviera mi programa de radio: Abracadabra.

No faltará quien se pregunte si no sufro yo de algún “complejo de Merlín” oculto, pero he de apresurarme a decir que el título se debe a mi convencimiento del enorme poder transformador que la palabra engendra. Y no he encontrado mejor denominación para un trabajo que, precisamente, intenta explicar una parte, al menos, de semejante potencial.

A modo de adelanto, comparto con ustedes el epílogo del nuevo libro. Encontrarán que en el mismo hablo de otra de mis obsesiones: La Libertad.

En el año 1819, el General San Martín entendió que su Plan Continental para la independencia de América del Sur se encontraba en una encrucijada. Cuestiones políticas provenientes tanto de Santiago como de Buenos Aires mantenían a su Ejército de Los Andes prácticamente inmovilizado. La moral, lógicamente, comenzaba a decaer entre sus filas.

Fue entonces cuando lanzó la célebre Proclama al Ejército de Los Andes. En ella, un encendido San Martín habla de los peligros que acechan a la Revolución e insta a sus tropas a continuar la lucha de la manera que se pueda. Si no hubiera dinero, carne y tabaco no habrían de faltar. Y si se acabara el vestuario, y no quedaran ni las “bayetitas” que les confeccionaban sus mujeres, “andaremos en pelotas, como nuestros paisanos los indios”.

Lo único trascendente era no abandonar la lucha. Y así lo expresaba el Libertador.

Pero hay en la Proclama una frase que emociona, que marca el núcleo del pensamiento sanmartiniano y que, estimo, debiera resonar en las conciencias de todos los hombres y mujeres que aman la vida y las oportunidades que ella nos ofrece:

“Seamos libres y lo demás no importa nada”

Este pedido de ser libres y esta declaración de que lo demás no importa en absoluto, constituye, debo reconocerlo, el valor fundamental de mi vida. Estoy absolutamente seguro de que todo lo demás (fortuna, logros, recompensas, incluso salud) pierden sentido si no podemos gozar y ejercer el que considero el único derecho natural de los seres humanos: Vivir en libertad, ejerciendo la potestad de elegir cómo hacerlo, dónde hacerlo, con qué medios y con qué compañeros de ruta.

Creo advertir que hasta el amor empalidece si uno no es libre. Porque siendo el amor la expresión más sublime del alma y la conciencia humanas, solamente puede existir plenamente en un alma y una conciencia que sean primero y ante todo, libres. Solamente elhombre o la mujer libre puede amar en plenitud. Porque amar no es una emoción que se experimenta en soledad. El amor necesita de una interacción sin más límites que los de la propia moral, se nutre de compartir la existencia con el ser amado para poder, efectivamente, amarlo. Sin libertad para estar juntos, el amor es sólo teoría. El amor sin libertad es apenas anhelo. Es deseo pero no acción.

Amar es poder elegir, a la vez que aceptar las elecciones del otro. Y poder elegir es la condición básica de la libertad incondicional. Cuando amamos, el objeto de nuestro amor es la persona y los valores que esa persona representa para nosotros. Pero sin libertad de elegir, resulta imposible escoger los valores. Sin libertad nos volvemos estoicos. Y, con el tiempo, incapaces de amar.

Sin libertad, nuestro espíritu queda cercenado. Y, como dice el Coronel Slade en su inolvidable alegato al finalizar “Perfume de mujer”: “no existe algo más espantoso que un espíritu mutilado. No hay prótesis para eso”.

A lo largo de la historia, muchos hombres y mujeres dejaron sus vidas luchando por su libertad. Creo firmemente que cuando alguien lucha por su propia libertad, lucha por la libertad de todos. Porque esa lucha nos recuerda que el ser humano no debe ser nunca el medio para nada ni para nadie. El ser humano es un fin en sí mismo. La lucha de esos hombres y mujeres por su libertad es la lucha por ser ellos mismos. Es, entonces, la lucha de todos los hombres y mujeres de buena voluntad que habitan en el mundo.

 

Abracadabra, este libro que ahora llega a su fin, ha tenido el propósito de ser un aporte, humilde pero el mejor que yo pude realizar, a la libertad básica de la persona. El Poder Transformador de la Palabra es una de las fuerzas más conmovedoras para alcanzar y ejercer la libertad. El Poder de la Palabra, ejercido con humildad, compasión y respeto, es un arma invencible para oponer a la violencia, al engaño y a la prepotencia. Y aún en estos tiempos aparentemente modernos y civilizados, conviene estar atentos a la aparición de amenazas a nuestra libertad personal.

Ejercer nuestra libertad es un imperativo moral. Me gusta recordar que cada uno de los lectores de este libro, ha llegado hasta el mismo por elección. Pudiendo no haberlo leído, cada uno de ustedes eligió leerlo. Si ha llegado hasta aquí, fue como hombre o mujer libre. Celebro que así sea. Porque necesitamos más lectores, más personas que ejerzan la libertad de elegir qué leer, para poder aumentar la libertad de elegir qué pensar. En la actualidad, es muy probable que la lucha por nuestra libertad se lleve a cabo en las páginas de los libros. Y, lamentablemente, no parece ser una lucha en la que estemos ganando.

Hace unos meses llegó a mi escritorio un informe sobre la lectura como actividad en los días que corren. Entre los muchos datos que allí figuraban, hubo un aspecto que llamó poderosamente mi atención. Era la estadística sobre la cantidad de libros por año que se leen en diferentes partes del mundo. Se me podrá objetar que cantidad no significa calidad, pero ante la rotunda magnitud de las cifras no pude menos que experimentar una gran preocupación.

Los números indican que el país con mayor actividad de lectura es Japón. En promedio cada habitante lee allí 9 libros por año. En segundo lugar se ubica Estados Unidos de Norteamérica, con 8,8 libros por año. Muy lejos, aparece la Argentina. ¿Sus números? Apenas 0,5 libros por año.

La cifra asusta. En la República Argentina, un habitante promedio lee un libro cada dos años.

Estamos, por lo tanto, olvidando la palabra. Estamos dejando de conocer palabras nuevas. Y, dado que los seres humanos pensamos con palabras, estamos deteriorando nuestra capacidad de pensar, de reflexionar. Nos vamos volviendo menos inteligentes.

Decía que la batalla por nuestra libertad se está llevando a cabo en las páginas de los libros. Cada libro que leemos, cada frase que rescatamos, cada pensamiento que elaboramos se constituye en testimonio de nuestra existencia. Pensar, reflexionar, es lo que nos convierte en el tipo de ser vivo que somos. Abandonar la lectura significa renunciar al destino de grandeza del ser humano.

Hay batallas que se deben dar, aunque su resultado pueda ser la derrota. Ya hemos dicho que el trabajo de un héroe no es evitar su destino sino, más bien, cumplirlo.

Como alguna vez, en un lejano siglo XII William Wallace les dijera a un puñado de escoceses que luchaban por su libertad: “Cada uno de ustedes ha llegado hasta este campo de batalla como hombre libre. Porque eso es lo que son: Hombres Libres. ¿Qué sería de nosotros sin la Libertad?

Ellos son miles y nosotros apenas un puñado. Nuestro primer impulso no es pelear, sino correr. Correr y conservar la vida.

Es cierto. Si peleamos, es muy posible que seamos derrotados y muertos. Corramos y viviremos, al menos un poco más, al menos esta noche. O tal vez, hemos de morir en nuestras camas, dentro de algunos años. Pero les aseguro que si vivimos así, cada uno de nosotros habrá querido entregar todos los días que vivamos a partir del día de hoy, a cambio de una oportunidad, tan sólo una, de volver a ser jóvenes como hoy lo somos, de tener a los tiranos frente a nosotros, como hoy los tenemos, y gritarles en la cara que podrán quitarnos nuestra vida, pero ¡jamás, jamás, jamás, podrán quitarnos nuestra libertad!”.

Hasta aquí llegamos juntos. Usted y yo, Agradezco su esfuerzo. Es momento de saludarnos y continuar nuestros caminos. Que si este libro ha tenido sentido, surcarán parajes vecinos y apuntarán hacia horizontes cercanos.

Vaya entonces mi despedida, a modo de deseos: Ojalá que este puñado de ideas ayude a perseguir tus sueños con constancia y sin renunciamientos. Ojalá que disfrutes de esa sensación única que provoca tener aún la vida por delante. Que sean cuales fueren tus oficios o profesiones, realices tu tarea con orgullo y paciencia. Que celebres tus éxitos y aprendas de tus fallas, que por necesidad existirán, pero nunca serán definitivas. Ojalá que tengas la valentía para conservar tus valores pase lo que pase, y que consigas convertir tus caídas en desafíos. Que recuerdes siempre que es posible construir la vida como una obra de arte. Y las grandes obras de arte se construyen con habilidad, por supuesto, pero sobre todo con perseverancia. Que tengas presente que, pese a que puede haber desengaños, el mundo está lleno de héroes anónimos que se esfuerzan por no caer en el desaliento.

Ojalá que disfrutes tu libertad, y que respetes la libertad de los otros.

Que te permitas soñar. Que tus sueños sean tan grandes que no te dejen dormir.

Y ojalá que rías, y llores, y corras, y saltes, y cantes, todos los días un poco.

Ojalá que seamos libres.

Y lo demás no importa nada.

Abracadabra.

 

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